martes, 18 de septiembre de 2012

Si tuviera un minuto, sólo uno,



Si tuviera un minuto, sólo uno,
para hacerme escuchar, para decir
lo que fui, lo que soy, lo que no sé
que seré cuando acabe la vendimia,
si tuviera un minuto os diría
más de cuatro palabras y un adiós.
Sé que vine invitado y que aún mantengo
en regla mis papeles, que disfruto
vuestra hospitalidad. No siempre tuve
los ojos de pichón, no siempre anduve
a plena luz del día:
vi pasar tanto trenes, vi poblarse
estos cielos de tantos aeroplanos,
vi llenarse mis ojos de horizontes
que surcaban navíos tan lejanos
que estoy acostumbrado a casi todo,
a los hielos,
al viento,
a los diluvios
que inundan la memoria de las cosas.
Me tomé la libertad de escribir versos,
de sembrar soledad en los eriales,
tracé la geografía de la tierra
marcando como ríos en los mapas
las líneas de las palmas de mis manos.
Hace poco, muy poco, me dije:
soy consciente que vivo de prestado,
que mi paracaídas se ha enganchado
en la punta ignorada de una estrella.
Por eso escribo ahora, antes que llegue
la noche, cualquier noche,
la del día siguiente al día siguiente
donde pierda sus órbitas los pájaros
y quiero, en estas horas que me quedan,
disculparme de haber soñado tanto
y que quede constancia que fui un alguien
que se paró un instante ante unos labios,
que amó, que descubrió en una sonrisa
el comienzo del mundo, y que vivió,
como vive un poema, colocando
alfileres al sol y goterones
de sangre entre las nubes.

Y si después de todo me quedara

un último segundo,
a quien sepa rezar le pediría
una oración por mí.
Y nada más.




Poemario "De silencios fingidos"


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