lunes, 17 de septiembre de 2012

Este banco de hierro que hoy acoge

 .

Este banco de hierro que hoy acoge
como nieve de junio mis nostalgias
-y así oculta las suyas-,
este banco de hierro que ha contado
en ábacos de luna el parpadeo
de todas las estrellas y ha medido
en mercurios de fiebre los latidos
de recién estrenados corazones
hoy,
estos brazos del tiempo en que me aíslo
cada tarde escapándome de mí,
-no sé bien si de mí o de las veces
que no supe quién fui- hoy, quiere hablarme
del envés de la vida, de los días
que se ocultan detrás de los cipreses,
más allá del castaño y del arroyo
donde el parque no es parque y de las fuentes
mana zumo de arándanos.
Y me cuenta de trigos que no oyeron
cantar al molinero, de caminos
que acaban donde empiezan, de plegarias
que no hallaron un cielo y de las lágrimas
vertidas en la arena del desierto.
La vida –me recuerda- que hemos visto
pasar entre estos árboles, los besos,
las miradas, las manos apretadas,
los pequeños pecados, todo ello
no fue más que una cara del espejo,
una página a tinta que la lluvia
-triste oficio este oficio de la lluvia-
diluyó con el tiempo y ahora quedan
difuminadas sombras o ilegibles
renglones no se sabe de qué historia.
Me dice –y es verdad que me lo creo-
que a mí me utilizaron,
que fui llama cuando hizo falta fuego,
para apagar el fuego me hice agua,
para pintar ocasos me hice noche,
que fui flecha en las manos del arquero,
que me usaron de piedra y me arrojaron
desde opuestas trincheras.
Y me queda
este azul que se hospeda entre mis ojos
-este azul despoblado- y esta muerte
que se aloja en el atrio de mis párpados
esperando a que nazca nuevamente
para vivir más muertes, para morir
otras resurrecciones que no tengan
billete reservado en ningún puerto.

Dime, banco de hierro, si lo sabes,
la edad que tiene el viento,
cuál es la edad exacta
para grabar mi nombre en su recuerdo.



Vicente Martín Martín
España (1945-2012)

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