jueves, 26 de julio de 2012

No es nada de tu cuerpo lo que invita

No es nada de tu cuerpo lo que invita
a moverme de aquí, ni los adioses
de los trenes que ruedan con la lluvia,
ni el marfil de tu piel, ni el humedal
que desbordan tus labios, ni siquiera
los incendios exactos de tu sexo.
No hay nada de tu cuerpo que no hiera
como flechas de avispas en el aire,
ni el encuentro obligado de tus pechos,
ni el cauce interminable de tu vientre.
Y no es nada de ti lo que pretendo,
ni una brizna de ti, ni la caricia
del musgo que formaron nuestros besos.
Renuncié a tu presencia y ahora llevo
conmigo este silencio, el que recorro
con las manos a tientas, este sitio
que no esquiva el recuerdo y las esquinas
que hicieron temblar tus brazos tercos.
Me duelen los desiertos que plantamos,
me duelen los renglones que omitimos
y me duele el trigal que no segamos.
Me afligen los paisajes que te gritan,
me afligen los minutos que te callan
y me aflige,
sobre todo me aflige y me lastima
comprobar que me olvido de olvidarte.
No sé si no te amé lo suficiente…,
no sé si fue verdad que tú me amaste,
tal vez lo que ocurrió fue que te quise
y te quiero,
mi amor,
demasiado.
.



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