viernes, 27 de julio de 2012

Me estoy quedando solo, nos estamos

Me estoy quedando solo, nos estamos
quedando absolutamente solos,
ya no queda
el esbozo de un pájaro en el cielo
ni el contorno, a lo lejos,
de un árbol despistado. Es urgente
que el mar se vuelva nube,
que tú te vuelvas pájaro,
que me convierta en árbol y habitemos
los pueblos despoblados, la ciudad
que se quedó sin perros,
sin mendigos,
sin mujeres adúlteras,
sin la sombra escarlata de un obispo,
la ciudad que despierta del lunes vomitando
la rutina aprendida de un domingo
de besos y saludos de alcanfor.
Me estoy quedando solo, y a mi lado
un montón de esqueletos de jilgueros
me habla de cipreses, de nogales
que se fueron huyendo de este invierno
en busca de otras nieves,
de otras lluvias que inventen
un lenguaje distinto de las cosas.
No hay mayor soledad que la que afila
sus navajas de frío en los andenes
repletos de viajeros: siempre alguien,
una cara sin rostro, o unos ojos
que no saben de nada, siempre queda
perdida una maleta y en el fondo,
congeleda su risa,
una muñeca.
Porque no hay soledad que hiera más
que la que no se nombra, ni palabra
peor que la callada. Hoy transito
un desierto de gentes que discurren
devorando el periódico,
bostezando sonrisas de aluminio
y guiños de almidón,
mecanos que saludan de memoria,
peregrinos de centros comerciales donde ponen
las rebajas de enero y luego compran
su billete de metro y se zambullen
en los túneles anónimos del tiempo.

Estoy solo, me digo,
completamente solo y sólo escucho
el críptico lenguaje de los cuervos.


Poemario "De silencios fingidos" 

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