Si midieras el tiempo sobre un reloj de agua
no hablarías de urgencias,
de impaciencias nocturnas,
no hablarías de pleitos a cuchillo ni de edades agónicas:
cada cosa tendría
un nombre muy sencillo, por ejemplo,
palmera, celosía, domingo de guardar, vejez o lluvia,
nombres sin brusquedad y atropellada vehemencia,
nombres para decir,
leves al tacto
y enemigos de acentos circunflejos.
La ansiedad es quien crea los idiomas alérgicos,
quien pone un autobús para llegar a deshoras a las playas autistas,
quien confunde al amante con vaso de güisqui
y llena de alfileres los vasares
e invita al autoengaño.
Vivir es algo más que masturbarse y escuchar en la radio cuánto muertos
se han llevado los últimos tsunamis,
vivir es transitar en silencio entre ciudades estéreas
sin urgirlas,
sonreírle a la muerte y adiestrarla,
ser bohemios
y tener la certeza de que siempre es temprano –muy temprano-
para decir mañana.
Poemas del Alma, 23 03 11
Poesía Pura, 24 03 11
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