viernes, 27 de julio de 2012

Hace un tiempo creía en los poemas




Hace un tiempo creía en los poemas
-era dogma de fe que cada noche
bebían las estrellas de los ríos-,
sonreír era un verso,
llorar…,
llorar era inventar un diccionario,
mar y beso rimaban azahares
en todos los idiomas de la tierra.
Pero fui creciendo y no cabía
tanto azul,
tanto viento,
tanto árbol
en los cielos clarísimos de mayo.
Y creció la memoria,
la evocación,
los verbos en pretérito pasado:
de tanto alimentarse mis recuerdos
de grises color niebla me han crecido
olivos en el alma,
olivares extensos donde ensaya
su pentagrama el tiempo, donde traza
sus renglones de sombra cada noche
para escribir a tientas
el momento más largo de la historia.
Entonces yo creía en los poemas
y era posible amar y pronunciar
palabras nunca usadas.
Entonces yo creía en los poemas
y en mí y en las personas
y era admisible hablar y escribir versos
con olor a tomillo y pino verde,
hablar a media voz y a media voz
recitarle romances a la luna
que ilustraba las páginas de un cuento.
Entonces yo creía en los poemas
y en ti y en las palomas
y en inmensos océanos de agua dulce
y en un cuerpo de niña, recién lluvia,
recién rosa estallada,
deshojando –también a media voz-
la suerte de sus pétalos de sangre.

Poemario "De silencios fingidos"

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