jueves, 15 de marzo de 2012

¿Quién llamará a estas horas?

¿Quién llamará a estas horas?
Siempre hay alguien que tiene la extraña habilidad de blanquear
las palabras con yeso y se emborracha
con alfileres rojos.
Si descuelgo el teléfono,
¿se encenderán las luces de los escaparates de las confiterías
y una voz fluorescente me hablará de que existen
pirámides de luz y biombos chinos
en la parte de atrás del universo?
Seguro que un vidente o un profeta novísimo ha encontrado
que mi felicidad está en sus manos,
seguro que ni nombre ha resultado agraciado en un sorteo
y ahora puedo elegir entre una tabla de surfing
o un libro de cocina,
qué mas da, ambos sirven
para darse uno cuenta
de que el reloj del mundo se ha estancado en los pantanos católicos.
Quien me llame a estas horas debería saber que ya he limpiado
todos los candelabros y no pago con tarjeta las flores,
mejor aún, quien llame
que sepa que ahora tengo las sábanas manchadas de pequeños cadáveres
y no quiero más fotos ni planes de pensiones
ni disfraces
ni dioses por catálogo,
que detesto, lo mismo que aborrezco la autopsia de un pecado,
que alguien quiera salvarme.

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