Hoy te puedo decir que son poquísimas las cosas
que de verdad me importan en la vida,
que salvo tú,
no hay nada en este mundo
que merezca la pena y ni siquiera
hay países enteros o palabras tan cínicas
que al pronunciar me duelan.
En realidad, me estoy acostumbrando a vivir
con el agua de un pájaro y el canto de los grillos
y nada más,
me sobra casi todo, porque nada
resulta indispensable y nadie puede
arrogarse la fama de ser imprescindible.
Por lo tanto
no te extrañe encontrarme amontonado entre los muebles inútiles,
desinflando una puerta,
recitando unos versos al lechero
o hablándole a la hierba,
no te asombres si un día se me vuelan las tapias de los labios
y digo, por ejemplo,
te quiero,
sí,
te quiero aunque me cueste la cárcel tener que confesarlo.
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