
Del tiempo, suponemos que existe cuando pasa,
cuando hierve en tus manos y desechas
las salivas inútiles,
no envejecen los días, ni el fragor de las horas avocadas
a un estío imposible,
envejece
la verdad que está oculta en el fondo de las cosas,
envejece saberte forastero en tu tierra natal,
envejece afrontar que todo es cíclico y tú eres
puro azar matemático.
Lo que dura un momento nada tiene que ver con la ternura
del vendedor de flores o el color de la atmósfera,
lo que dura un momento depende tristemente
del grosor de una bala o del perímetro exacto de una isla,
por ejemplo,
cuando dices aquí no hay mariposas es que hace
tantas desangraciones que no nace una rosa
que en el aire no cabe más que aire.
Un momento, además, no pertenece a nadie,
no es mesura, evidencia, ni un idioma secreto,
ni el anhelo de un pájaro,
sucede,
solamente sucede y sin embargo
todo puede ocurrir en un instante.
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