De aquella luz que un día inauguráramos
¿qué ha sido?
Ni siquiera el temblor de una cereza
hoy nos cabe en la manos,
respirar
es un acto de fe,
nombrarnos, la antesala
de un tiempo que se gana al abordaje.
Dónde quedan los ríos de papel y las montañas a tiza,
las tardes sin reloj,
tu cintura tan mía,
los libros y las noches como cómplices…
Un diluvio de pájaros ha borrado las rutas
del corazón y un beso nos convierte en extraños,
simplemente
tus labios y mis labios son lugares afines,
engañosos espejos que reflejan instantes del pasado.
Si al menos se nos diera
saborear despacio la dulce suavidad de una derrota,
si al menos consiguiéramos
desatarnos las manos de estas nieblas suicidas,
no lo sé, pero acaso
los puñales se hundieran en el pozo donde yacen las lágrimas
y esa luz nos llevara a donde entonces
me sentías tan tuyo,
te sentía tan mía.
359
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¿qué ha sido?
Ni siquiera el temblor de una cereza
hoy nos cabe en la manos,
respirar
es un acto de fe,
nombrarnos, la antesala
de un tiempo que se gana al abordaje.
Dónde quedan los ríos de papel y las montañas a tiza,
las tardes sin reloj,
tu cintura tan mía,
los libros y las noches como cómplices…
Un diluvio de pájaros ha borrado las rutas
del corazón y un beso nos convierte en extraños,
simplemente
tus labios y mis labios son lugares afines,
engañosos espejos que reflejan instantes del pasado.
Si al menos se nos diera
saborear despacio la dulce suavidad de una derrota,
si al menos consiguiéramos
desatarnos las manos de estas nieblas suicidas,
no lo sé, pero acaso
los puñales se hundieran en el pozo donde yacen las lágrimas
y esa luz nos llevara a donde entonces
me sentías tan tuyo,
te sentía tan mía.
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