A ti no te han contado
que llevar calcetines azules cuando llueve
es mirarse en los charcos
o que hablar con las nubes
es abrir un balcón donde se escucha el silencio de los pájaros,
no,
a ti no te han contado que las lágrimas tienen
hoteles en tus ojos ni que el mar se desborda cuando alguien
te imagina desnuda como el sol de un poema
sin posible regreso.
Muchacha de la foto,
si alcanzara a nacer sólo un minuto después de que se hundieran
de ternura los barcos y un último arrecife dibujara
sin orillas los muslos, con qué labios
pronunciara tu nombre sin que ardiera
de repente mi edad,
sin que rompiera
la ilación que presumen cuando escribo mis manos.
Es el miedo a saber lo que me impide mirarte,
dilatada en el frío, casi espuria,
a mitad de camino entre demonio y arcángel.
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De gran belleza, mi admiración siempre
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