No hablaré del famoso arquitecto que se hizo llamar
Giorgio Vasari,
no,
tampoco del cronista e historiador de los más grandes
artistas italianos
-de da Vinci, Mantegna, Torrigiano o Verrocchio- ,
me refiero al Vasari de verdad,
al que inventara
los viajes galácticos y encerrara entre rejas
los fuegos de san telmo,
el que hizo del padre de los grillos el juez del psicoanálisis
y les puso su voz a los relojes de cuco,
me refiero al galeno que curaba la tos con brujerías románticas
y auscultaba a los niños nonatos con un péndulo,
el mismo que insuflaba los fuelles de los órganos,
el que hacia el amor con los pijamas de rayas y era adepto
a los dientes postizos
y a los pechos mecánicos,
el que dijo entender que las hormigas quisieran
de mayores ser Papa y prohibió
que los niños cantores fueran hijos de eunucos.
Yo era entonces
un muchacho de cera y él peinaba
mis cabellos con bucles prerrománicos,
me explicaba
la forma de imitar en las paredes el bronce y de mentir
el vidrio en las ventanas,
me decía
que con una escalera y unas cuantas sandeces él podría
convertirme en astrólogo.
Pero yo soy parcial en esta causa y cuanto digo
sólo es verdad a medias.
Poesía Pura
19 05 11
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