reía
quien lloraba
era la chica gruesa, la de pechos
como panes a punto de almorzarse danzarinas impuras,
quien lloraba era un sol que no encendía catedrales bisiestas
ni alumbraba el caudal de los obreros parados
y el hombre del jersey de lana virgen, sin embargo,
reía
quien lloraba
era la chica gruesa, la ramera
que guardaba en su casa calaveras de mozos insaciables,
la que había prestado sus tambores de fieltro a las mañanas calientes,
quien lloraba era ella
la que fuere
novia-niña en los puertos,
ansia-luz de tabernas y vahído de alcohol en los jardines
y el hombre del jersey de lana virgen, sin embargo,
reía
reía el capitán de los húsares y el tonto sin saliva,
reía el farmacéutico,
el guarda forestal
y el encargado
de enterrar a los muertos que nadie reclamara
quien lloraba
era la chica gruesa, ya mujer, mientras manaba a raudales
pornográfica sangre de una guerra.
Poemas del Alma, 23 04 11
Poesía Pura, 24 04 11
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