viernes, 15 de abril de 2011

Una vez hubo un tiempo de pájaros de azúcar

Una vez hubo un tiempo de pájaros de azúcar,
un tiempo en que las lágrimas traían
carísimos metales
y hablar de los manzanos era hablar
de universos autóctonos.
Entonces no hacía falta
que los ojos dijeran su ternura,
no hacía falta erigir en los glaciares
hoteles a los muertos
o vestirle a las nubes su edad de veinte años,
una piedra
arrancaba en el viento remolinos
y bajaban los ríos a esconderse detrás de la memoria.
Los bosques no eran bosques,
no existían los parques ni el rumor de las calles
ni el hacha
ni el cuchillo
y una estrella
era sólo una estrella entre millones de estrellas.
Por supuesto,
no existía París y en los andenes del Sena
estrenaba la lluvia sus zapatos.

No eran viejos ni jóvenes los pájaros,
no morían los pájaros, simplemente
se cambiaban de aire y por la noche
dejaban de ser pájaros.

No era el mar,
eran sólo
las ganas de nombrarle.



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