Imagina, mujer, que te tocara,
cristal, y entre las yemas de mis dedos
te durmieras,
imagina, mujer, que se volviera
del color de tus ojos el vuelo de los pájaros
y al respirar el aire
te bebiera.
Imagina, mujer. Somos tan sólo
aquello que anhelamos,
poco más
que una nube.
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