por la lluvia que caiga en los aljibes o el caudal de los pájaros,
ni siquiera
me refiero a tus ojos ni a las nubes que limpian de migajas el aire,
llegarán para verte porque el mundo desconoce tu rostro y los relojes
te citan tenuemente.
Sólo vienen por ti y a la hora exacta
en que expire un poeta y se desangre un avión mientras despegue
de su último candor y un ave alcance
las cumbres libremente o se solace entre campos de arroz sin que sus alas
sospechen que no existe.
Te lo advierto, entre tantos
hay ratas malolientes de habla inglesa
que al final de la tarde se disfrazan de ilustres mandarines,
podría ser
que una chica muy joven se subiera de repente a tus labios y no vieras
dónde tiene la boca y dónde pones las manos cuando diga
que no tiene marido.
¿Pensarás para entonces que tú tienes alma de cosmonauta
y no admite tu estómago
más plomo, ni más tierra, ni más cuerpos humanos que se ofrezcan
al hedor de los números?
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