Se me está haciendo tarde. Y es que
llevo
dando vueltas y vueltas por las
calles,
por estas mismas calles, desde antes
incluso de que alguien,
para darles su nombre, se muriera.
He visitado templos y palacios,
teatros,
avenidas
y almacenes,
la ciudad que no existe, el arrabal,
los burdeles,
los templos donde se entra del revés
y se sale,
no se sabe muy bien, si blasfemando,
maldiciendo o rezando,
conversé con la gente que se tapa la
cara con las manos
y no entiende mi idioma, con la gente
que no sabe que es gente, recorrí
los barrios donde viven las personas
que no pagan tributos,
donde habitan los niños de los otros,
los que no tienen tiempo de ser
niños,
aquellos que nacieron llevando un
crisantemo en cada mano
y un delirio de mar entre los ojos.
He pisado los barrios en que es
gratis morir sin previo aviso,
morir a sangre fría o con el frío
esperándote en la tumba,
morir como se vive, en carnes vivas,
sin un gesto,
una voz
o una pisada
que pueda dejar huella.
De verdad,
se está haciendo tarde: y ahora tengo
la extraña sensación de haber estado
muchas veces aquí,
de haber vivido aquí con otro nombre,
quizás con otro traje, u otro rostro,
como si de una carta se tratara
que hace tiempo escribí y que al
cerrarla
se quedara pegada entre los labios
sin echar al buzón.
Por eso este paisaje, esta luz de
neón y estas farolas
me hieren,
me incomodan,
me golpean y tengo la certeza
de estar desenterrando montañas
malheridas,
cicatrices antiguas que de pronto
se ponen a doler
y me supuran
hilillos de orfandad. Y tengo prisa,
sí,
ya se ha hecho muy tarde y necesito
que pase un autobús,
que pare un taxi
o que alguien me indique exactamente
.EL OLIVO
No hay comentarios:
Publicar un comentario