domingo, 25 de julio de 2010

Asisto cada día con los ojos abiertos al milagro de una resurrección

Asisto cada día con los ojos abiertos al milagro
de otra resurrección,
cada día
recorro las distancias de esta isla extranjera que no soy
y me muevo entre espejos,
entre alucinaciones
por estos laberintos que no sé a donde dan ni sé si tienen
centinelas que eviten otras metamorfosis.
Y el milagro reside en resistirse a morir y rodearse
de viejas posesiones, aguantar los sobornos, desviar los zarpazos
e inventarse a diario alguna historia
de truenos y doncellas
porque nunca sabrás si alguna vez has estado tan lejos de la vida
como ahora o tan cerca de la muerte
como un tatuaje fúnebre en la boca de un sepulcro.
Lo que pueda venir no es cosa nuestra,
será a pesar de todo,
llegarán las pirámides, los poetas románticos, las aves proletarias,
vendrán con las pupilas bañadas en un amanecer en que se encuentren
las ciudades vacías,
sin iglesias de pueblo, sin tigres en los árboles,
allí precisamente donde empiezan las citas sindicales
y no existen los billetes de banco.
En el fondo
todo hace pensar que la salud de los muertos no depende
de la capa de ozono ni del sueño abisal de los glaciares,
más bien es consecuencia de la fe que uno tenga cuando afronta
nuevas reencarnaciones.

Poesía Pura, 25 07 10

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