Te olvidaste de todo, ni siquiera
te acuerdas de los precios de los coches más caros
ni de cuando escribiste aquel último poema,
tú,
tú sabes que las lágrimas a veces inundan las buhardillas
y te sigues mirando al levantarte
siempre en el mismo lago, siempre atento
a ver cómo discurren los arroyos de un amor extramuros
y es que nunca
te prestaste a vivir como un ciprés, como un asceta
colgado de las nubes.
Pero ocurre que un día hasta los árboles aprenden que no es bueno
ser tan sólo morada de los pájaros y aspiran
a albergar en sus ramas la infancia de los astros
y entonces te das cuenta de que nunca
hiciste algo distinto, por ejemplo, te dices
que jamás te bañaste en la piscina de los dioses egipcios
que nunca te tomaste un café con margaritas
o le hiciste el amor sobre los códices
a una bibliotecaria
y cuando miras
resulta que no quedan palomares en pie ni son las grullas
quienes han inventado los inviernos.
Y comprendes entonces que el tiempo de los besos ha acabado,
que el niño de los donuts se ha quedado sin junio entre los ojos,
que no puedes medir en metros cúbicos
la luz del universo
ni es hora de que intentes
reverdecer las ruinas de tus músculos con riegos automáticos.
Tú no eres la excepción, amigo mío,
tú no tienes la llave del bosque donde guardan
su uniforme los ángeles
y debes aguantar
los mismísimos límites que el resto de las cosas.
Poemario No
me pidas que cante cuando vengas (2009)
PREMIO FRAY LUIS DE LEÓN 2008 DE CREACIÓN
LITERARIA.215
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