Yo,
que nunca pregunté por la salud
idiota de un mosquito,
que a escondidas regento un hospicio de bonsáis
y a veces me disfrazo de molécula,
yo,
yo he visto derrumbarse los muros que sostienen
los imanes del cielo y despeñarse
una parte del mundo en la otra parte,
yo he vivido la noche en la que Herodes
regó con mercromina las ventanas
y un ángel maldecía en las barbas de otro ángel,
por eso sé que ahora,
que pertenezco al frío,
sólo puedo esperar a que me alcance el crepúsculo
con la luz encendida y comprobar
que el viento no ha movido la casa y que los grifos
del alma no gotean.
Y os entrego esta imagen de mí mismo
que no me pertenece,
esta imagen de niño travestido en mariposas albinas
y os regalo mi nombre, mitad piedra,
mitad arquitectura improvisada,
os regalo mi yo
y el resplandor
que llega con las tórtolas y acaba
derretido en mis manos.
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