martes, 19 de enero de 2010

Hay que ver...

Hay que ver
con qué facilidad se nos olvidan
las cosas más comunes, los lugares
que siempre hemos pisado,
por ejemplo
los hijos que no fueron o los bosques
que dejaron de serlo.
Y pensar
que sólo hace mil años ofrecíamos
los huecos de las manos para ver
el asombro de dos niños nombrándose,
pensar que hace mil años
o cien mil
estaban los arroyos inventados
y eran rojas y grises las colinas
y adusta la alameda cuando el viento
se escondía detrás de los balcones;
eran bruma y misterio las montañas
y el agua,
siempre el agua,
se inventaba las sílabas precisas
de una frase o de un verso
que acabara en la yema de los labios.
Pero ahora
el frío y el invierno son términos
completamente equívocos,
dudosos,
nadie sabe a estas horas si al decir
nieve, jazmín, acacia, claridad
dice sino cadáveres,
palabras
sobrantes de palabras repetidas.

Pareciera
que miraras al cielo y lo encontraras
aburrido de aves extranjeras.

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