Ahora que se han callado los fusiles
y el viento
se duerme deshojando margaritas,
ahora
que tengo resumida entre mis párpados
la soledad del mundo
y no me alcanzan
los dedos a las manos
háblame de las aves serenas del otoño,
háblame del aroma a membrillo de una madre
y del color a plata que escondían
al sol los abedules cada vez
que escuchaban tu nombre.
Háblame de tu piel ahora que llego
cansado hasta tu orilla
y no me quedan
abejas en los labios,
háblame de tus ojos,
del paisaje agridulce de grosellas
que se puebla de luz cuando la tarde
se mece en tu mirada.
Y háblame de ti,
¿acaso tú
no eres cuanto espero?
006
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