miércoles, 27 de mayo de 2020

Llegando a los cincuenta



Llegando a los cincuenta
uno tiene
la edad amanecida, justamente
la edad en que los días son un folio de versos y un bolígrafo
del color de las venas

cumplidos los cincuenta uno de pronto
recurre a la piedad y se da cuenta
de que existen los vientres con fonemas daltónicos,
los niños sin ombligo, la cerveza en los rostros
y el deshielo

pasados los cincuenta, sin embargo, se olvida
de que duele el amor después del sexo,
de que crujen las sábanas,
de que el aire está lleno de ciudades metódicas
y que hacerse el nostálgico sólo está permitido
en horas de oficina

no es que tenga en desuso el corazón,
sino descansa,
no deja de fumar, sino respira,
no es que calle al oir una idiotez,
sino que piensa

y si llega un morir o mientras tanto,
uno aprende a rezar, mira las cosas
de una forma distinta y se pregunta
por qué extraña razón es la tristeza
quien gobierna la casa y va regando de amarillo los campos
e invadiéndolo todo.

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