miércoles, 27 de abril de 2016

Era ciega la noche






Era ciega la noche,
ciego el mar,
ciego el saxo y el sexo y la tristeza del hombre
que inventó los otoños,
era ciego el perfil de los amantes
y ciega la peluca del travesti que viajaba en el metro.
Ciega el hambre,
la furia,
la impotencia,
las consignas en verbos de pretérito,
el frío del cuartel,
las octavillas
que a las doce dejaban la ciudad en coma etílico.

Y era ciego el desmayo de los pobres
y el tango intempestivo,
eran ciegos los parques y los ojos abrasados de rímel,
el diablo vestido de alquitrán,
las viudas que llevaban con nombres subterráneos
sus hijos naturales a la escuela primaria.

Era ciego Stevie Wonder,
ciego el miedo a saber y a las preguntas
que tenían las ingles oxidadas
y eran ciegos,
sobre todo eran ciegos los besos en las últimas filas de los cines.




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