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Supongo que las cosas ocurrieron así
porque tuvo que ser, pues cada adverbio
obedece a una causa y cada causa
acontece sin previa intervención
y que en definitiva
de nada habría servido subirse en otros trenes
o esperar a otros barcos.
A mi pesar, también,
este trozo de mí que no ha llegado a ser padre de mis hijos
o el temblor de estas lágrimas que me saben a sal cuando no lloro
hubieran sucedido, si no en mí
en otro yo
acaso más auténtico.
El viento que ahora mueve las copas de estos árboles
está escrito en los libros, los silencios
son ríos desnaciéndose,
un asombro de piedra,
un odiarse a sí mismo hasta mil veces y después
resucitarse a besos.
A mi pesar incluso he recorrido los sueños navegables
sin haberme dormido, he bajado
por la niebla del tiempo hasta los pozos que cambian
la tristeza en escombros
y me vuelto colérico,
miserable
y apático
porque así
lo que ha querido quien me mulle la almohada,
quien me pone en los labios este vino de fuego
y estos días de lluvia que no caben debajo de ninguno
de los viejos paraguas.
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