Si este instante nos deja sólo un último cántico,
sólo uno, no importa,
ni autobuses, ni máquinas, ni la luz corrosiva de un semáforo,
si este instante pudiera prolongarse como el ala del pájaro
y así, cuando te pienso, se nombraran las cosas
y tu pulso, tu piel y tus temblores
fueran ojos llovidos que al saberse de cántico inundaran
de lágrimas las casas de muñecas,
si este instante en que hablan las manos nos depara
sólo un copo de nieve y sólo uno,
qué importa,
estoy seguro:
merecerá la pena haberte amado.
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