miércoles, 13 de enero de 2010

Se ha apagado la luz.

Se ha apagado la luz,
después de haberte amado así, sin andamiajes,
después de que este sol de la tarde me ha negado tus manos
no moriré del todo
y en las vidas que viva tú no podrás estar porque no hay sitio
para objetos cambiantes.
Si después de nosotros hay hoteles con las flores desnudas
no serán nuestras bocas la palabra y la música,
no serán nuestros hijos los que acudan con sus nombres difusos
a decirnos
quienes sean mis padres que levanten las manos
porque todos conocen cuántos años perduran las verdades termales
cuando son ciertamente
promesas incumplidas.
Se ha apagado la luz y cada mueble se ha cambiado de sitio,
las heridas también, ahora no cogen
ni siquiera el teléfono y se asustan
si alguien llama a la puerta
porque saben
que estoy solo en la casa,
mi cuerpo a la intemperie, que no espero
compartir esta muerte con nadie que no tenga el valor de suicidarse
después de leer a Shakespeare.
La soledad es esto:
un vivirse despacio, un no vivirse sin cambiar una coma hasta que Otelo
resucite a Desdémona.

13 01 10

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