lunes, 19 de marzo de 2012

No hay ventanas ni puertas

No hay ventanas ni puertas
ni onerosos secretos que guardar,
aquí no habita nadie que conserve su nombre,
aquí no queda nada
que no quepa en pecho o que se pueda
guardar en la memoria,
ni yo mismo que vivo
bajo el montón de escombros que antes fuera la casa,
respiro y no respiro
y si llaman un día desde tierras lejanas mis parientes
no me pongo al teléfono,
estoy bajo una piedra que se llama aprensión, desconfianza y miedo
y apenas tengo voz y apenas siento
pesadumbre por mí.
Desde aquí escucho el llanto de la tierra cuando vuelve a la tierra
abrazado a un cadáver que es mi cuerpo,
y a lo lejos
la bocina metal de una ambulancia
que ha pasado de largo y no me lleva.
Estoy herido, sí,
pero herido hasta el fondo de mis ojos,
en la carne, en el alma,
machacado hasta el último poro de mis huesos.

556.

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