Las palabras también tienen su tiempo,
su invierno,
su verano,
sus momentos de amor y su estación del olvido.
El problema que a veces se asemejan demasiado a nosotros
y se vuelven lentísimas, imbéciles,
ponen cara de asombro,
se costipan
y acostumbran también a no pensar lo que dicen.
Son palabras airosas,
vulnerables,
aéreas,
fabulosas en sí, pero que tienen
los defectos que tienen las personas
y el vicio de acudir sin convocarlas.
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