Ni indulgente ni estricto
ni cortés ni grosero
ni ceñudo
ni huraño
ni afectivo ni amable,
no soy ni mucho menos lo que todos suponen que he de ser.
Huelo a carne quemada y hay momentos
en que escribo idioteces porque acaso
no sé hacer otra cosa.
Y os diré que aprendí a masticar haciendo footing,
que olvidé que era niño cuando hablando me dolían las piernas,
que me quemo los codos cuando huele a tabaco,
que soy virgen ayer,
y que no aguanto
que me rieguen las flores con agua de Vichy.
Reconozco que vivo en un país de instituciones políglotas
donde es bueno ser mudo y yo no callo,
que pensar me convierte en el ser más vulnerable
y sin embargo
es la única forma en que me veo distinto
de un residuo arqueológico
y admito que me siento feliz cuando me acusan
de no ser razonable;
la verdad
es que doy una imagen que en nada se parece
a esa especie de hombre que no soy.
Poemas del Alma
04 01 10
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