saber en dónde estás y a qué rutina asimétrica te ofreces,
a ti te corresponde elegir de qué abstenerte,
de qué elogio guardarte,
en qué rara parada de autobús debes dejar
moribunda a la gente.
Porque has de ver muy pronto con qué ambigua decencia
cruzan tus amistades por la Plaza Mayor como si fueran
dueños de funeraria o sacerdotes que ayunan
epidemias de frutas, y verás,
por ejemplo,
que a la casta mujer del boticario se le olvida
que tiene la cintura en las nalgas y le crecen
tres peces de obsidiana del ombligo,
qué más da,
para ti lo importante es que han cambiado las cosas
lo importante es que el cielo también tiene galerías al limbo
y ahora viven los presos en estancias mudéjares
intercambiando cromos, jugando a las canicas
y bebiéndose el viento y el sol mezclado con la lluvia,
para ti lo que importa no es saber qué banderas ondean en los mástiles
sino el barco
que regresa hasta Ítaca.
De ti sólo depende que el camino que traces
no termine en la mesa donde toman gin-tonics los forenses,
que la muerte no ablande el corazón de los glaciares
y seas otra vez, cuando terminen las guerras y la historia
reniegue de la historia,
aquel niño sentado sobre el tiempo que aún pregunta
de qué aspecto es el rostro de los árboles
y en qué escuela
aprendieron los pájaros a escribir en el aire.
(De “Como digo tu cuerpo,” El Hocino de Huécar)
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