jueves, 15 de marzo de 2012

Cuántas veces - he podido matar a mi peor enemigo

Cuántas veces
he podido matar a mi peor enemigo y sin embargo
como sé que entre el ojo y la mano hay un abismo,
como sé que vivir es morir lo que se ama
y amar es aceptar lo que nos duele
me está doliendo todo
me está doliendo todo como un copo de nieve en las ramas de los árboles,
como duele el cansancio en los ojos de un ciego,
me está doliendo todo y nadie puede evitarlo
ni siquiera esa idea de que puedo matar a mi peor enemigo.
Y os cuento,
os cuento que he vivido en el mismo corazón durante siglos
y jamás me he bañado dos veces
en una misma lágrima,
os cuento que he llegado a tener la inocencia de un niño
con los ojos cerrados, que sé perfectamente
vivir a la intemperie, pasar la noche a tientas,
masticar las lentejas aún antes de sembrarlas,
eso es,
cocinar los violines para dar de comer al violinista,
pero siempre he creído que las cosas debieran existir
antes de dibujarlas.
A veces las palabras crecen tanto y se agrandan
hasta inventar el mundo,
crecen tanto que matar es inútil, lo que escondes
debajo de la tierra termina salpicándote
y el que muere
se crece con los años.
Por eso yo he tenido una infancia más lenta que vosotros,
una infancia de luto y sin ventanas,
una infancia de herencias pequeñísimas
que no me da derecho a liberarme de esta piel momentánea
que se pega a mi carne.
Ahora bien, debería aprovechar que de noche
no se bañan las ninfas y mirar
a través de los ojos de una mujer encinta,
mirar si sigue el mar, si están más viejas las nubes,
si aún se puede tomar esa escalera
que llegaba a los pies de las pálidas vírgenes.


Y os repito
que he podido matar a mi peor enemigo y sin embargo,
ya lo veis,
sigo vivo.

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