sábado, 16 de abril de 2011

Tú llegabas así, como un ayer

Tú llegabas así, como un ayer
de pasos diminutos, como un mundo sin leyes
donde aún rigen los viejos manuscritos,
tú llegabas así, recién inédita en tus ojos de novilla,
con las manos azules y en tus senos
la gloria de un ciprés que está soñando
nubes de quince años.
Ni siquiera la edad se sostenía en tus piernas,
ni siquiera ese instante en que los niños descubren
sus brazos conyugales,
nada en ti sucedía que no fuera el sigilo
de un antes de nacer
juntándose a tu cuerpo.
Hoy que miro tu rostro y te recuerdo color nieve en el tiempo,
hoy que puedo decirte que no es sólo ternura
lo que aviva el amor,
sino el asombro
y hoy que sé que la vida es una agenda
de sueños y vigilias
me pregunto, y acaso te preguntes,
quién fundó esta rutina nocturna de los gestos,
quién hizo que tuvieran las manos del poeta
la misma longitud del universo,
quién nos hizo vivir en un país de ciudades contiguas
donde cada mañana nos lavamos el nombre y enfermamos
las ganas de vivir.
Hoy te pido que vuelvas a ti como en los años
inquietos de tus ingles,
que no mires el tren, ni los relojes
intencionadamente parados a las tres.
Incendiémoslo todo, mis naves, tus laureles,
la noche en que nací,
tus minaretes suecos.
Queden sólo el lejano sonar de los tambores
y un pájaro perplejo
jugando entre tú y yo al escondite.

.

232

No hay comentarios:

Publicar un comentario