ni qué sentido tiene que yo siga
hablando de la muerte, de las nubes insólitas,
de las noches eternas de los inviernos nórdicos,
de océanos, de París
y escribiendo poemas
más o menos eróticos, vitales, surrealistas
si dentro de un instante cuando salga a la calle
me encontraré a la gente
embutida en las cosas más absurdas,
decadente,
sumisa, ensimismada
por extraño que sea el color de sus tristezas.
Es posible
que me falte un hervor y que aún me piense
ave del paleolítico,
es posible
que aún me crea llamado a sobornar
no sé qué omnipotencias celestiales,
yo
que al pasar a una chica sólo admiro el contorno
que fingen sus colinas,
yo,
forastero de mí,
para qué escribo,
¿quizás para clavarme en la cruz de un Gólgota imposible y esperar
a que un dios de cristal me resucite?,
¿para que no me entiendan los necios y me inventen
un nombre que no he sido?
Ni siquiera la muerte va a tener la elegancia de otorgarme
protagonismo alguno.
Poesía Pura, 16 01 11
.
No hay comentarios:
Publicar un comentario