pasar la noche entera conversando
sin nada qué decir,
sólo mirándonos
recordándonos cosas tan pasadas como el día en que tú
ya no eras niña
y dejaste de hablar a las muñecas.
Pero, mira,
de repente lo entiendo y te diré de qué hablábamos:
de los días tomados en combate,
del amor
cuando aún eran de arroz las avefrías
y no había violines
que pudieran contar una tristeza.
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