sábado, 9 de enero de 2010

Me lo estaba temiendo:

Me lo estaba temiendo:
de tanto ir al dentista
y ver cómo se mueren de pena los otoños turísticos
a Dios también le puede la tristeza y se le arrugan las manos.
Hoy le he visto pasar entre la gente
sin su estola de armiño,
mustio,
desconfiado,
mirando sin mirar como si hubiera perdido su empleo de mecanógrafo,
un Ser venido a menos, demasiado Dios
para ser de este mundo,
un Dios de andar por casa.
Y sucede además que cuando Dios está triste
se les nota a los árboles,
son más largas las sombras y la vida es un lance
contado por teléfono.
Si no estuvieran llenas las aceras de imbéciles que aspiran
a otra resurrección, quizás un día
comprendiéramos todos por qué enferman
de ansiedad las estatuas, por qué toman
las nubes barbitúricos y se vuelve un arcángel
aprendiz de ornitólogo,
quizás si te olvidaras de ir cada domingo al psiquiatra
y para ahorrar suspiros
te leyeras por ejemplo la Ilíada, alguna vez
al cruzarte con Él Le guiñarías un ojo y al llegar a la esquina
seguro que llevabas
una sonrisa suya en el bolsillo.

Poesía Pura
09 01 10

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