Después de tantos años viviendo como acróbata y contando
los pasos de este mundo
he llegado a entender que tú no fuiste
un estar metafórico
o un sueño,
que lo tuyo
fue un estar inherente y yo veía y miraba y observaba las nubes
a través de tus ojos.
Era estar junto a mí, como mi mano ahora,
como el dolor que arrastro
y a pesar de otros dioses
nunca cesa.
Aquello no fue un sueño ni el producto
de la imaginación de un niño
débil
y pusilánime,
eras tú de verdad y con la misma entidad con que te pienso.
Hoy tengo cien monedas de bronce y un terrón
de miedo entre la boca,
me gotean los dedos aspirinas de azúcar
y vendo cebras tristes:
no sé si las banderas de huérfano
dan derecho a algún tipo de indulgencia o simplemente
me debo conformar con la inequívoca
certeza
de saberte.
Poesía Pura, 02 02 11
No hay comentarios:
Publicar un comentario