jueves, 9 de septiembre de 2010

Esperar que nada ocurra



Ha pasado el verano y aquí estoy,
resignado a estos soles inmorales que aún vomita septiembre,
sin nada en que ocuparme,
a esperar que me llegue una trombosis de insectos surrealistas,
sin dios a quien jurar,
sólo un libro y un bote de cerveza,
las chavalas que pasan corriendo como ninfas,
un muchacho con sida, un político tránsfuga,
un yuppie neandertal,
los chiquillos que chupan paloduz,
la gente que fornica,
come
y calla.
Qué agradable es vivir, ver cómo un hombre se hurga en los testículos,
escuchar comentarios de gobiernos corruptos
y cruzarte harapientos que visionan películas autistas de Buñuel,
para que luego digan
que la cosa está en crisis, que los viejos no tienen
para té y cigarrillos,
que qué asco de vida, qué será de estos hijos…
Cierro el libro,
termino la cerveza y me pongo a no pensar,
a no gastar el tiempo y a no consumir aire,
a dejarme llevar de las riadas y las cajas de música,
qué aburrido
sentarse y esperar que nada ocurra,
si acaso
dar diez pasos al frente, abrocharse los ojos y saberse
varias millas más cerca de los reinos de Odín.



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