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También tú,
como yo
como todos los sueños que desclavan el aire
para ambientar su casa
todavía creemos que los árboles crecen por la noche.
También tú,
como yo,
necesitas la noche y secretarias bilingües
que atiendan el teléfono
y una lista de amantes que terminen muriendo por sorpresa.
Tenemos el perfil de un dios antiguo que ignora
por qué llueve en el cielo,
por qué visten de rojo los arcángeles que cuidan
de las muchachas púberes
y por qué van descalzos los poetas
que han perdido el respeto de los hombres.
Nos fascina ese empeño que tienen las acacias
en probar cómo sabe un primer beso,
nos asombra pensar que fuera un beso, precisamente un beso,
quien nos abrió las puertas a este mundo,
quien nos guarda
los caballos de Aquiles.
Ya no somos creyentes, el futuro
ocurre más temprano cada día y se amontonan
las tarjetas de crédito:
los barrios de París no se despiertan amables con nosotros
y una niña con trenzas es la extraña turista de las calles
que aún conservan su nombre.
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