Por qué será que terminamos siempre
reinventando el pasado,
dibujando
de otro color la historia o zambulléndonos
en medio de unos charcos que hace tiempo
dejaron de ser charcos.
Paguemos ya la cuenta.
Ahora vamos
a leer esas cartas de amor que no leímos,
a escribir esos versos que siempre se quedaron
a punto de ocurrir
y a calzarnos por fin esos zapatos
que no tuvimos tiempo de estrenar,
ahora vamos
a dejar que la ropa se extrañe en los baúles
y la tinta
congele su cintura en el tintero
de un pupitre de antaño.
Quizás sea necesario mirarnos otra vez,
mirarnos con el brillo prestado de las cosas
que están a nuestro lado y no las vemos,
quizás sea necesario levantar las persianas,
abrir de par en par todas las puertas
que estaban clausuradas,
que los labios escuchen lo que hablamos
y que entren
la luz
y el canto de las aves
y el viento puntiagudo de febrero.
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