miércoles, 20 de enero de 2010

Para ser un domingo

Para ser un domingo
la verdad es que el cielo está tan alto
que es difícil saber en qué minuto
te tienes que apear
y en qué estación
se comparte a las diez una alegría.
Para ser un domingo hay muchas rutas
de largos recorridos que nos llegan
en horas discontinuas y se quedan
compartiendo el destino de una sorda pregunta
devenida
como una noche nórdica.
En la sombra hay postales colgadas de los árboles,
postales con el sol a la hora en punto,
con el río es su cauce y un ave en cada nube,
y a lo lejos, el mar y las pequeñas
montañas del verano,
a lo lejos el mar, porque es domingo,
porque el cielo es de pana y tú no sabes
si están callejeando por tu cuerpo
las caricias azules de la tarde
o el frío conyugal de una autopista.

Para ser un domingo lo cierto es que hay muy pocas
bicicletas con clavos sujetando las calles,
muy pocos transeúntes de luz intermitente
y excesivas muchachas con nieve en los zapatos
y una historia imposible en cada nalga.

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