No es fácil despedirse, ya se sabe,
el rumor de la olas,
la fruta submarina, las cigüeñas,
las maletas perdidas de los pájaros,
la música y el pan,
las asesinas
gaviotas de diciembre,
las casas casi abiertas,
qué guapa está mi niña, ya lo ves.
Pero sabes muy bien que eres propenso
a perderte detrás de cada esquina,
a olvidarte de ti,
a resbalar
sobre la luz plomiza de los bosques,
sabes que tienes
una deuda adquirida con los muertos
y has pasado
todo el miedo que había que pasar,
por tanto, si has venido
traficando con nieve y ahora sientes
que el agua se te escapa poco a poco
y tienes hambre y frío
tal vez, en ese caso, te convenga
pensártelo mejor y convenir:
lo siento,
voy de paso,
no ha llegado el momento de marcharme.
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