Te recuerdo
que nunca dije yo que iba a ser fácil
mantener esta casa y estos muros en pie
y es que jamás pensé que esta irritante precisión con que discurren
a veces los minutos llegara a doler tanto,
llegara a herirnos tanto,
quizás
alguien debió decirnos que las largas veladas escuchando
a Tchaikowsky en la radio o que esta propensión
a tan largos silencios
finalmente
serían algo así como el visado
que precisa un cadáver insepulto mientras va convirtiéndose
en un yo familiar, un alter ego
y de alguna manera imprescindible.
Mira, amor, no sería ni mucho menos justo
que te echara las culpas
o cargara la tinta en la humedad de los álamos
o el sol de los olivos,
ni sería decente, por ejemplo,
que dijera de mí
no sé qué coños pinto en esta orilla del río
si hace cientos de lluvias que debiera estar muerto.
Recurrir a una lágrima,
restañar viejas grietas o aprender
a hilvanar en el aire una caricia buscando entre los viejos
baúles de la infancia
no conducen a nada,
el tiempo es como el como el agua que no bebe un traficante de armas
y septiembre
no nos hace mejores.
Culpables, si es que existen,
son los dioses sumisos y el sudor en los pechos maternales,
culpables las coartadas de siempre,
las lenguas de alquitrán,
las anestesias que todo lo envilecen
y acaso
ese instinto que tienen las semillas
a dejarse querer de los desiertos.
Hagamos un esfuerzo si es que aún
no está escrito el final de nuestra historia y nuestros nombres
no constan en la lista de los náufragos,
un último denuedo
antes que la rutina nos arrastre al abismo y nos hundamos
con todo nuestro peso en la impotencia del mundo.
No es bueno acostumbrarse a vivir eternamente
bajo la esclavitud de los paraguas,
no es bueno andar descalzos y en vaqueros mientras haya una luz indefinida
en los palacios rojos,
aún estamos a tiempo de librarnos de serpientes nocturnas
y acompasar tus pasos a mis pasos,
mi corazón al tuyo,
seamos
los molinos de viento que recogen
el rumor de los bosques y el azul de los pájaros,
uno más,
por qué no,
entre tanto fotógrafo disléxico que pugna
por llegar hasta el próximo semáforo. (57)
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