Esta noche estoy triste
y quisiera contároslo a vosotros que fuisteis mis hermanos
de bombacho y jersey cuando eran altos los muros y dormía
la muerte en los desvanes,
y ha de ser justo ahora que el licor desinhibe la gramática
y aún no tengo
bazares en los labios:
hace tiempo que me amarga la vida como un lunes,
como ese odioso lunes en que aprendes que vives de alquiler
y los teatros no tienen salidas de emergencia
y sólo cuando bebo
soy capaz de olvidar que he amontonado en mi casa
las escorias del mundo y que si cierro las puertas
huele a estiércol y a mí,
huele a angustia de leche fermentada y a herbicida de musgo
y una copa, tres copas
-ni uno sabe contar cuando se mezclan los Persas y el Neolítico-
son la ayuda perfecta y el somnífero
que permite dormir toda la noche y más allá de la noche,
más allá de las cosas que se quedan flotando a la deriva
cuando todo se mueve y los teléfonos
estornudan a un tiempo.
Amigos, es muy tarde y quisiera alzar mi copa con vosotros hasta el límite
de un cielo cisterciense, justamente
a la altura del limbo:
quizás la última copa que podamos tomar
juntos y ser felices, con la luna de fondo e imaginándonos
cien muchachas desnudas y un ciruelo
besándoles las nalgas,
amigos,
qué debiera deciros para haceros más liviano este instante,
porque cosas así son las que hacen la vida soportable
y un día habrá justicia o eso espero,
porque cosas así hacen que estemos mirándonos el pubis
como niños en un día lluvioso
mientras otros
acarician los pechos de las hadas.
Pero bien, lo he hablado yo todo y de verdad que es muy tarde:
apuremos las copas,
guardemos los licores sobrantes aquí entre estos libros ingleses de mi armario
por si alguno venís a mi sepelio
que os toméis otra copa a mi salud.
Poesía Pura
01 04 10
y quisiera contároslo a vosotros que fuisteis mis hermanos
de bombacho y jersey cuando eran altos los muros y dormía
la muerte en los desvanes,
y ha de ser justo ahora que el licor desinhibe la gramática
y aún no tengo
bazares en los labios:
hace tiempo que me amarga la vida como un lunes,
como ese odioso lunes en que aprendes que vives de alquiler
y los teatros no tienen salidas de emergencia
y sólo cuando bebo
soy capaz de olvidar que he amontonado en mi casa
las escorias del mundo y que si cierro las puertas
huele a estiércol y a mí,
huele a angustia de leche fermentada y a herbicida de musgo
y una copa, tres copas
-ni uno sabe contar cuando se mezclan los Persas y el Neolítico-
son la ayuda perfecta y el somnífero
que permite dormir toda la noche y más allá de la noche,
más allá de las cosas que se quedan flotando a la deriva
cuando todo se mueve y los teléfonos
estornudan a un tiempo.
Amigos, es muy tarde y quisiera alzar mi copa con vosotros hasta el límite
de un cielo cisterciense, justamente
a la altura del limbo:
quizás la última copa que podamos tomar
juntos y ser felices, con la luna de fondo e imaginándonos
cien muchachas desnudas y un ciruelo
besándoles las nalgas,
amigos,
qué debiera deciros para haceros más liviano este instante,
porque cosas así son las que hacen la vida soportable
y un día habrá justicia o eso espero,
porque cosas así hacen que estemos mirándonos el pubis
como niños en un día lluvioso
mientras otros
acarician los pechos de las hadas.
Pero bien, lo he hablado yo todo y de verdad que es muy tarde:
apuremos las copas,
guardemos los licores sobrantes aquí entre estos libros ingleses de mi armario
por si alguno venís a mi sepelio
que os toméis otra copa a mi salud.
Poesía Pura
01 04 10
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