viernes, 29 de enero de 2010

No es preciso saber de los poetas ingleses...

No es preciso saber de los poetas ingleses
ni tener la más mínima idea del dirty realism americano,
pero queda muy bien decir estoy leyendo a Bukowski
o citar unos versos de John Keats.
En realidad, poesía
es ponerte a esperar cuando tú sabes
que no quedan más trenes,
es sentarte en el banco más tranquilo de un parque
y pensar en las cosas que no tienen importancia ninguna,
pensar en el reloj de las hormigas,
el aire que atraviesa las gaitas,
el minuto glorioso de un banquero,
pensar en que las puertas no precisan aldabas,
pensar en que los locos son locos porque comen
violetas amarillas,
pensar en que las noches se aburren detrás de las persianas
o en que están empezando a asociarse los idiotas,
pensar en Dios,
pensar que Dios también juega a los dados y que nunca
ha leído a Verlaine,
se puede estar con Dios o contra Dios,
-con Dios mientras te lavas las manos o te bebes
la tristeza de un vaso de café con un pájaro en los hombros,
contra Dios cuando pones encima de los muebles
un pan adulterado-
y hablar,
hablar de las actrices ninfómanas con medias compresivas,
hablar mientras el tiempo se detiene a afeitarse,
mientras una mujer roza sus pechos flácidos,
mientras llevan los crápulas rosas a sus tumbas,
mientras se hace de día,
mientras llueve,
mientras oyes las voces de los muertos gritándote al teléfono.
Porque sólo las bellas bailarinas tramposas
duermen con lo poetas y conocen la humedad de los puertos
y el olor a eucalipto que queda entre sus piernas
cuando el aire enmudece.


De "Las acacias colgadas de las nubes"


196
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