jueves, 15 de marzo de 2012

Sumergirse hasta el fondo

Sumergirse hasta el fondo,
construir el lenguaje que hablarían las cosas si pudieran decirnos
de qué absurdo albedrío estamos hechos,
ser el ascua incesante de un dolor aprendido,
extender hacia el cielo las manos como el árbol
que ha perdido su sombra entre los juncos,
contemplar
cómo afloran las hojas en un álamo
sin apenas rozar su intimidad,
beberse el desaliento, resolver
la ecuación de una llama y los sucesos
que siempre dependieron del azar,
morir un poco más, vivir un poco menos,
permitir que la nieve deposite su asombro en los balcones más altos
a la velocidad de la inocencia,
explicarse la química interna de una nube
y tocar con la punta de los dedos la orilla donde mueren
de sed las alamedas y el soldado de plomo
que fuimos en la infancia.

Despedirse del mar a la hora exacta en que empieza
medianoche en el mundo.

Finalmente, esperar,
esperar a que el ciclo de los vientos alisios nos libere
de injusticias heráldicas

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