sábado, 17 de marzo de 2012

Quizás, quizás es que ya soy demasiado viejo


Quizás,
quizás es que ya soy demasiado viejo
para admirar el vientre asombroso de una señora grávida
y hablar de las orquídeas,
quizás es que me asustan las lujuria del bronce y la serena
tersura de unos senos
o quizás es que estoy -y no lo quiero admitir-
demasiado muerto para andar por las calles vestido de esta guisa
diciendo buenos días y esperando a que escampe y se me llegue
la hora de los rezos.
De verdad no lo sé, veo pasar
como niños desnudos que al final de la tarde cayeran extenuados,
veo días completamente rojos y mañanas inútilmente azules,
callejuelas que huelen a huelgas comunistas,
mujeres emboscadas,
hervideros de envidia y asesinos
que apuñalan orgasmos a la luz de la luna.
Pero aquí no terminan mis acasos, mis sombras y recelos:
uno mira a los árboles y sueña
que detrás de las risas y las largas avenidas de hoteles
es posible la luz, la transparencia
de las cosas amadas
y es posible que allá, donde agonizan los pájaros
y el tiempo no es la patria de nadie
el corazón también
huela a paisaje.
Uno sueña que vuelve a aquellos días en que el agua llegaba
con sus blancos cuadernos de ternura
y recuerda el ruido de aquel viejo molino,
la aves de ceniza y el color
de la nieve observándose a sí misma.

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