sábado, 17 de marzo de 2012

No hablemos más de ti.

No hablemos más de ti.
En el fondo del pozo siempre habrá alguna estrella
o una brasa extinguida
que nos salve
de las falsas promesas que trajeron las luces de neón.
Ni hablemos más de mí,
no he conocido
corazón en el mundo que fuera insobornable
ni objeto imprescindible,
no he llamado a una puerta en que no hubiera
detrás de cada adobe un farmacéutico,
¿de qué sirve mirarnos fijamente uno al otro
si no fuimos capaces de acercarnos unidos hasta el fuego en que tiritan los ángeles
ni tenemos siquiera
un pequeño jardín donde descansen de noche
las cigüeñas de paso?
El dolor que arrastramos
es más que las palabras,
es la sangre y el viento de todas las palabras,
es la máscara esquiva de todas las palabras
-alguien dice tu nombre y pasa un niño-,
el dolor que seremos no termina en nosotros,
es un llanto congénito,
un suspiro en aire que no sabe el sentido del después.
Algún día vendrá en que nos veamos de nuevo frente a frente
y tú serás mis manos
y el mástil y las velas que tirarán de mí,
entonces las reservas quedarán al desnudo
y yo te entregaré la última urgencia.
Quizás no sea el amor…
¿y si lo fuera?

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