Me marcharé en silencio
para que no se enteren los besos que te he dado,
desandaré tu piel como desanda un ciego
las olas de sus labios
y enterraré esta noche donde nadie perciba este sudor
a cera entre nosotros.
Desandaré mis pasos y olvidaré tus muslos,
olvidaré el gemido que ahora duerme a tu lado y que es un sueño
de cauces bien crecidos, olvidaré
que existes,
que existimos y también
de ese olor a manzana que aún conservan
tus pezones rosados.
Me marcharé muy lejos,
sí,
para que luego
cuando sólo encontremos la tristeza de un pálpito en el aire
nos volvamos a amar con la vehemencia
de dos desconocidos.
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