viernes, 16 de marzo de 2012

Desde aquí, claro está, no se divisa



Desde aquí, claro está, no se divisa
la otra esquina del mundo y las bahías donde nunca anochece
ni se ve el resplandor de las hogueras de Nínive
ni se escucha la voz de los cantantes idólatras,
desde aquí sólo oímos la flauta y el laúd
y el estertor
sin agua de las mieses cuando llega noche por dudosos atajos.
Por eso no hablaremos de desahucios y exilios,
no diremos de reyes
y naciones
que ahora viven al borde de su intrínseco ocaso,
de alfareros que olvidaron sus moldes
y ahora amasan
voluntades de otros y ventanas adúlteras,
mejor,
no decir nada,
que no diga Yavé
en qué cueva naciste, odre de vino,
siempre serás deshecho,
siempre serás escándalo de una cepa maldita,
mejor nos esperamos a ver si en las entrañas de una antigua ciudad
crece al sol de una lira la promesa
de un cielo submarino.


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